Mientras hoy las calles se llenan de niños pidiendo dulce o
travesura, antaño esta festividad tenía otro sentido. Mira cuál.
* El 1° de noviembre las comunidades celtas celebran el fin
del verano. La fiesta es conocida como Samhain o la Fiesta del Sol e indica el
comienzo de un nuevo año y el cambio de estación. Además, marca el último día
de la cosecha.
Según los celtas en este día los espíritus incorpóreos que
han muerto durante el año, vuelven en busca de cuerpos vivientes para
encarnarse un año más con la esperanza de lograr la vida eterna.
Ellos pensaban que durante un día del año, la noche del 31
de octubre, ocurría un especial fenómeno cuando las leyes del espacio y el
tiempo quedaban estacionadas. En ese momento, el velo que separaba el mundo de
los vivos y de los muertos se encontraba en su punto más fino y por lo mismo,
ambos espacios podían interactuar y más fácilmente.
Según la leyenda, los vivos no estaban dispuestos a ser
poseídos por los muertos, entonces en la noche del 31 de octubre apagaban el
fuego en todas las casas para que los ambientes estuvieran fríos e inhóspitos.
Además, se vestían con ropas siniestras y por los lugares que iban destruían
las cosas con el fin de espantar cualquier espíritu que quisiera poseer algún
cuerpo.
Posteriormente, el fuego de los hogares volvía a encenderse
con una antorcha que cada familia traía desde la hoguera sagrada que ardía en
Usinach, localidad ubicada al centro de Irlanda. Volver a encender el fuego
simbolizaba la esperanza de que la vida renacería al llegar la primavera.
Originalmente, los irlandeses ponían la luz dentro de nabos,
usándolos como linternas. Las calabazas se adoptaron en Estados Unidos una vez
que arribaron a estas tierras como inmigrantes y observaron la gran abundancia
de estas.
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